La taza de café


Mirando la taza de café que dejaste frente a mí intenté recordar todo lo sucedido en la última hora.

Cuando llegué a la cafetería tú ya estabas en la mesa, junto a la ventana. Como de costumbre, más puntual que yo.

La verdad es que desde que recibí tu inesperada llamada no paré un segundo: vestirme, prepararme y salir de casa; el café está a dos calles de casa, aun así, ya te habías permitido hasta a pedir por los dos.

Tu café, como siempre, corto. Me fijé como quitabas el envoltorio de los terrones de azúcar y los tirabas al café. -Que curioso, terrones de azúcar ya no sirven en casi ningún lado, quizás por eso nos gustaba tanto aquella cafetería.- De donde cayeron los dos terrones salto una gota de café que, vio lo que vio y decidió volver al calorcito de la taza.

Removiste el café con movimientos justos, precisos, preciosos y silenciosos, lo miraste un momento y de un trago lo hiciste desaparecer. Como siempre corto, como siempre dulce, como siempre caliente, como siempre de un trago.

Te despediste, te levantaste y te fuiste.

Yo me quede mirando tu taza de café, la que dejaste frente a mí, intente recordar todo lo que había pasado durante la última hora y lo recordaba con detalle, hacia seis años que no nos veíamos, en lo que cuesta tomar una taza de café me contaste con detalle y precisión tus últimos seis años.

Mirando la taza de café que dejaste frente a mí recordé con exactitud todo lo que sucedió la última hora, todo menos lo que me contaste.

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