Hoy me doy cuenta de lo difícil que es decir NO.

Es difícil decir NO al típico que por teléfono te machaca con propaganda, al que te aborda por la calle representando a las más maravillosa de las ONG’s del mundo mundial, a la azafata del supermercado que te ofrece un producto de limpieza que es la leche en bote.

Pero, al fin y al cabo, siempre tendremos alguna estrategia para esquivar el tema: “Lo siento, estoy ocupadísimo”, “Me están esperando y llego tarde”, “Vale, ya lo cojo yo de la estantería” …… Que hemos conseguido: no decir NO.

Pero que pasa si no podemos escapar, si quien te pide la respuesta está esperándola, te inquiere, te azuza, te machaca, te razona, te suplica, llora, te abraza, te acaricia, te da tiempo, es comprensivo, es exigente, te amenaza, pero al fin y al cabo, tienes que enfrentarte a él, darle una respuesta y esa respuesta es: NO.

No a sus esperanzas, no a sus ilusiones, no a sus intereses, no a sus sentimientos, no a lo que considera más importante en su vida. Y por eso también son tus esperanzas, tus ilusiones, lo más importante en tu vida. Porque esa persona es de lo poco que vale la pena en la vida.

Hoy tengo que decir ese NO, un No que me imponen la edad y la responsabilidad, el buen juicio y la prudencia, la experiencia y el miedo.

Vaya mierda.

Lo primero que aprende a decir un bebe es NO, con la cabeza y con la voz. Ojala decir hoy NO fuera tan sencillo, tan primitivo, tan natural.

Solo espero que me comprenda.

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