(Lo que ya sucedió y aquí sucede
sucede todo junto a un lento río
donde flota la vida de la muerte.
La tierra que divide ya no es tierra,
que es taladro, garganta solamente
para tragar la muerte de la vida,
para tapar la vida de la muerte.
Lo que pasa por él es lo que pasa,
lo que enmudece en él, lo que enmudece.
Si la vida no vive, en él no vive;
si sí la muerte, en él sólo la muerte.
Fijo en sus ondas, que no van al mar;
Fijo en su brisa, que ni va ni viene.
Crecido sólo si la vida baja,
sólo crecido si la muerte crece.)


Rafael Alberti.A la memoria de Miguel Hernández.

El combate


Desde mi banqueta lo estoy viendo todo.

Veo como sonará la campana, tú saltaras de tu rincón, salpicando agua y sudor a los espectadores, con energía renovada, con ganas, con rabia. Para cuando yo esté dando el primer paso tú habrás recorrido más de la mitad de la distancia que nos separa.

Me pesarán los brazos, no me responderán las piernas, me costará enfocar la vista, y sin embargo, tu mirada me buscará, me encontrará, se clavará en lo más profundo de mí y abrirá la herida por la que fluirá, negro y pesado, el miedo.

Cuanto tiempo habrá pasado desde que nuestros encuentros eran amables, amistosos, como un juego adolescente y divertido.

Bajaré la guardia. Dejaré que me golpees: rápido, fuerte, seco. Descubriré mi cuerpo cayendo sin remedio sobre la lona, algo me cegará; no se si el golpe o los focos del techo, no habrá dolor, habrá tranquilidad, lasitud, flotaré durante un momento entre el cielo y la tierra.

Dicen que en ese lugar: entre el Cielo y la Tierra, viven seres extraordinarios, animas benditas, espectros, tantras, ángeles, dioses y demonios, que hay infiernos, limbos y…hasta un lugar llamado Tanhauser. Pero a mí no me dará tiempo a comprobarlo. Deberías golpear más fuerte, creo que me perderé algo grande.

Ganarás. Ganarás en este asalto que empezará cuando suene la campana. Bonita victoria.

Tumbado sobre la lona, abriré los ojos. Sobre la línea del horizonte marcada por el cuadrilátero, ese basto y extenso campo blanco, se dibujarán, en cómica partitura de tres líneas, las caras de los espectadores. En el espacio inferior, mi gente, mis entrenadores, los enanos que daban volantines antes del combate y los músicos que los animaban, azafatas que avisan del asalto, los árbitros y los comentaristas, mirándome con ojos asombrados. Como gatos agazapados.
Más arriba mezclados sin orden rostros eufóricos, manos que tapan caras semi giradas en perfecto ángulo para mirar lo que no quieren ver, humo, desconocidos, gritos, abrazos. Que gran sinfonía. Corcheas, semicorcheas, silencios……..

Teníamos que hacer algo, teníamos que romper el hielo. Tú lo harás picadillo. Le añadiremos el wisky mas caro y nos lo beberemos de un trago. Brindaremos porque ganarás en el próximo asalto. Habrás ganado el próximo combate y sabrás que eres un campeón sin mérito.


No golpeas bastante fuerte.

Desde mi banqueta puedo verlo todo.

DEJAVU.


Hoy me doy cuenta de lo difícil que es decir NO.

Es difícil decir NO al típico que por teléfono te machaca con propaganda, al que te aborda por la calle representando a las más maravillosa de las ONG’s del mundo mundial, a la azafata del supermercado que te ofrece un producto de limpieza que es la leche en bote.

Pero, al fin y al cabo, siempre tendremos alguna estrategia para esquivar el tema: “Lo siento, estoy ocupadísimo”, “Me están esperando y llego tarde”, “Vale, ya lo cojo yo de la estantería” …… Que hemos conseguido: no decir NO.

Pero que pasa si no podemos escapar, si quien te pide la respuesta está esperándola, te inquiere, te azuza, te machaca, te razona, te suplica, llora, te abraza, te acaricia, te da tiempo, es comprensivo, es exigente, te amenaza, pero al fin y al cabo, tienes que enfrentarte a él, darle una respuesta y esa respuesta es: NO.

No a sus esperanzas, no a sus ilusiones, no a sus intereses, no a sus sentimientos, no a lo que considera más importante en su vida. Y por eso también son tus esperanzas, tus ilusiones, lo más importante en tu vida. Porque esa persona es de lo poco que vale la pena en la vida.

Hoy tengo que decir ese NO, un No que me imponen la edad y la responsabilidad, el buen juicio y la prudencia, la experiencia y el miedo.

Vaya mierda.

Lo primero que aprende a decir un bebe es NO, con la cabeza y con la voz. Ojala decir hoy NO fuera tan sencillo, tan primitivo, tan natural.

Solo espero que me comprenda.